Cuando comencé mi internado con Dade Legal Aid, estaba atenta de informarle a mis jefes que aunque soy hispana, no hablo español.
Este hecho aparentemente pequeño siempre me ha impedido sentirme segura en mi identidad y es algo con lo que todavía lucho hoy. Al crecer, sentía una sensación de desconexión con mi herencia cubana. Cuando visitaba a mis amigos y familiares en Miami, era la gringa de Carolina del Norte porque no podía hablar español. No importa el hecho de que mis padres sean cubanos-americanos y bilingües, sentí como si nunca pudiera validar completamente mi etnia sin la lengua como prueba.
Es cierto que no hablo español con fluidez, tiendo a exagerar esa incapacidad por temor al repudio. Crecí en una casa donde se hablaba español a diario, así que mientras mi comprensión del idioma es muy avanzada, mi habla sigue siendo “subpar”.
A pesar de todo, tenía la intención de nunca hablar español en el trabajo. En una oficina donde la mayoría de la lengua materna de los clientes y empleados era el español, me quedé petrificada de ponerme en ridículo.
Por suerte, el trabajo que me asignaron en la oficina nunca requirió otro idioma que no fuera el inglés. La mayoría de las veces me asignaron tareas para archivar documentos, tomar notas en los tribunales, e introducir información en los sistemas informáticos. Eso fue, sin embargo, hasta hace unos días.
A principios de esta semana, una de las secretarias estaba fuera de la oficina y el trabajo comenzó a acumularse para su pareja. Debido a esto, ella se acerco hacia mí y mi compañero Lindsay con el desbordamiento. Me encomendó la aparentemente simple tarea de llamar clientes para confirmar información de contacto sobre sus casos y reportar esa información a mis jefes. Dudaba en aceptarla porque sabía que la mayoría de los clientes de la oficina hablaban sólo español, pero no quería defraudar a mi jefe ni darle más trabajo.
De mala gana, tomé la caja de archivos, los puse en el escritorio abierto donde estaba trabajando, y miré en blanco los papeles mientras contemplaba qué hacer. Estaba congelada de miedo. “¿Y si digo algo malo?” Pensé,” ¿y si los clientes se enojan conmigo y se quejan?” Un millón de preocupaciones corrieron a través de mi cabeza y finalmente me llevó a escribir un guion en una nota post-it antes de llamar para prepararme a hablar con el primer cliente.
Marqué los números lentamente y me recliné en mi silla, esperando ansiosamente que la llamada fuera al buzón de voz. “¿Hola?” Una mujer contestó. “Umm … hola”, tartamudeé. “¿Quién es?” Ella preguntó, “Discuple señora….umm,” dije apresuradamente mientras trataba de encontrar el guion que acababa de dejar caer en el suelo. “Me llamo Cecilia y soy una interna de Dade Legal Aid…” la llamada continuó, y yo estaba por mi cuenta.
Después de casi diez minutos de hablar colgué el teléfono y dejé salir un suspiro de incredulidad. Miré debajo de mi escritorio y tomé el guion que había dejado caer en el suelo. Me di cuenta en ese momento que acababa de sostener una conversación con un hablante nativo de español por mi propia voluntad. De ninguna manera fue perfecto o tal vez incluso bueno, pero hablé lo suficiente para que ella me entienda.
En ese momento mi supervisora metió la cabeza en donde yo estaba trabajando y me elogió por hacer la llamada en español. Ella había oído toda la conversación, errores y todo, desde su oficina y lo hizo un punto para darme las gracias por hacer lo que ella no podía en ese día ocupado. Fue un pequeño entiendo de gratitud por su parte, pero para mí, el reconocimiento fue enorme.
Pasé el resto del día haciendo llamadas a clientes, todos los cuales estaban más allá de la amabilidad y comprensión acerca de mis habilidades en español. Inmediatamente cuando los clientes contestaron el teléfono, les pregunté en qué idioma se sentían más cómodos usando y el noventa por ciento de las veces, dijeron español. Respeté sus preferencias y les expliqué que realmente no hablaba español muy bien todavía pero que iba a intentarlo. Para mi sorpresa, toda la gente con la que hablé estaba más allá de la amabilidad y la comprensión. Algunos de los clientes incluso me dieron consejos para mi próxima llamada y corrigieron los errores gramaticales que hice para ayudarme. Me di cuenta de que ninguno de los clientes se sentía ofendidos por mis errores o malas pronunciaciones, pero más bien parecían agradecidos por el esfuerzo que estaba haciendo para participar en su idioma y respetar su cultura.
Mientras que la asignación sólo me tomó un día para completar, me sentí como una nueva persona alejándome de ella. Gané una enorme cantidad de confianza en mi propia capacidad y me di cuenta de que podía aprender mucho más si sólo superaba mi miedo.
Eso es en parte por lo que quería escribir esta entrada de blog en español, para seguir practicando. Otra razón es que mi coordinador de sitio siempre nos ha dicho que pensemos en nuestra audiencia al escribir estos mensajes. Bueno, mi público es cualquiera que quiera aprender acerca de DukeEngage Miami, y si realmente quieres aprender acerca de DukeEngage Miami, ¡entonces usted debe aprender algo acerca del español! Una gran parte del programa en Miami, la comunidad y la cultura está ligada al idioma español, y créeme que no importa cuánto lo intentes, no puedes vivir sin el español aquí. Así que, animaría a mis lectores a salir de su zona de confort, como hice esta semana, y tomar el tiempo para leer este post en español.
Podrías aprender algo.
Disclaimer: I wrote this in Spanish but had my mom (a native Spanish speaker) edit it for grammatical and spelling errors.
English Version
When I began my internship with Dade Legal Aid, I was vigilant about informing my bosses that while yes, I am Hispanic, no, I do not speak Spanish.
This seemingly small fact has always precluded me from feeling secure in my identity and is something I still struggle with today. Growing up, I felt a sense of disconnect with my Cuban heritage. When I would visit my friends and family in Miami, I was known as the gringa from North Carolina because I couldn’t speak Spanish. Never mind the fact that both my parents are Cuban-American and biligual, I felt as though I could never fully validate my ethnicity without the langue as proof.
While it’s true that I don’t speak Spanish fluently, I tend to exaggerate that inability due to fear of repudiation. I grew up in a home where Spanish was spoken daily, so while my understanding of the language is very advanced, my speaking remains subpar.
Regardless, I was intent on never speaking Spanish at work. In an office where the vast majority of clients’ and employees’ native language was Spanish, I was petrified of embarrassing myself.
Luckily, the work I was assigned in the office never required a language other than English. I mostly was given assignments to file papers, take notes in court, and input information into the computer systems. That was, however, until a few days ago.
Earlier this week, one of the secretaries was out of the office and the work began to pile up for her partner. Because of this, she turned to me and my partner Lindsay with the overflow. I was tasked with the seemingly simple assignment of calling clients to confirm contact information on their cases and reporting that information back to my bosses. I was hesitant to accept it as I knew the majority of the office’s clients speak only Spanish, yet I didn’t want to let down my boss or burden her with more work.
Reluctantly, I took the box of files, placed them on the open desk where I was working, and stared blankly at the papers as I contemplated what to do next. I was frozen with fear. “What if I say something wrong?” I thought, “what if the clients get angry with me and complain?” A million worries raced through my head and eventually led me to jot down a script on a post-it note before working up the courage to call the first client.
I dialed the numbers slowly and leaned back in my chair, eagerly hoping the call would just go to voicemail. “Hola?” A woman answered. “Umm…hola,” I stammered. “Quien es?” (who is this?) She asked, “discuple señora..umm,” (I’m sorry Miss) I said hastily while trying to find the script that I had just dropped on the ground. “Me llamo Cecilia y soy un interno de Dade Legal Aid…” (My name is Cecilia and I’m an intern for Dade Legal Aid) the call continued, and I was on my own.
After nearly ten minutes of speaking I hung up the phone and let out a sigh of disbelief. I looked under my desk and picked up the script I had dropped on the floor. I realized in that moment that I had just held a conversation with a native Spanish speaker on my own accord. By no means was it perfect or maybe even good, but I spoke well enough for her to understand me.
Right then my supervising attorney stuck her head in to where I was working and commended me for making the call in Spanish. She had heard the whole conversation, mistakes and all, from her office and made it a point to thank me for doing what she couldn’t on that busy day. It was a small act of gratitude on her part, but for me, the recognition was enormous.
I spent the rest of the day making calls to clients, all of whom were beyond kind and understanding about my Spanish abilities. Immediately when clients answered the phone, I asked what language they’re most comfortable using and ninety percent of the time, they said Spanish. I respected their preferences and I explained that I didn’t really speak Spanish very well yet but that I was going to try. To my surprise, all the people I spoke to were beyond kind and understanding. Some of the clients even gave me tips for my next call and corrected the grammatical errors I made to help me out. I realized that none of the clients were offended by my mistakes or bad pronunciations, but rather seemed appreciative of the effort I was making to engage in their language and to respect their culture.
While the assignment only took me a day to complete, I felt like a new person walking away from it. I gained an enormous amount of confidence in my own ability and realized that I could learn so much more if only I overcame my fear.
That’s partly why I wanted to write this blog post in Spanish, to continue practicing. Another reason is that my site coordinator has always told us to think about our audience when writing these posts. Well, my audience is anyone who wants to learn about DukeEngage Miami, and if you really want to learn about DukeEngage Miami, then you should learn something about Spanish! A large part of the Miami program, community, and culture is tied to the Spanish language, and I can attest to the fact that no matter how hard you try, you can’t live without Spanish here. So, I would encourage my readers to push themselves out of their comfort zone, as I did this week, and take the time to read this post in Spanish.